lunes, 4 de julio de 2011

SAN JUAN DE CAPISTRANO PATRONO DE LOS CAPELLANES CASTRENSES.


Hijo de un militar alemán, nació en 1386 en la aldea de Capistrano, en los Abruzzos, Italia. Después de estudiar Derecho Civil y Canónico, Juan sirvió en la corte de Ladislao de Nápoles. Llegó a ser alcalde y juez supremo de la villa de Perugia. Crecía su prestigio, aumentaba su fortuna, y hasta se comprometió con una joven señorita. Al  estallar una revuelta en Perugia, Juan terminó encadenado a perpetuidad en una mazmorra. Esta situación abrió sus ojos a las vanidades del mundo y de los respetos humanos; y cuando más tarde consiguió pagar su rescate a un precio muy alto, se despidió sin pesar de los engaños del mundo, e ingresó a un convento de la Orden Franciscana. Tenía entonces 30 años.
Allí tuvo como maestro de novicios a San Bernardino de Siena, que recorría las ciudades y aldeas de Italia predicando la penitencia y el arrepentimiento de sus pecados. Juan tuvo la gracia de acompañar a su maestro y aprender mucho de él. En 1425 recibió la ordenación sacerdotal. Dios lo colmó de gracias y dones sobrenaturales llegando a convertirse en un eximio predicador y taumaturgo, famoso por sus fervorosos sermones y por sus milagros, que atraía a numerosos enfermos que pedían los tocase con su mano para alcanzar la curación.
Los Papas le encomendaron diversas legaciones en Nápoles (1435), Tierra Santa (1439), Milán (1440), y en los Países Bajos, Sicilia y Francia. En 1451 fue nuncio apostólico en Austria.
San Juan de Capistrano estuvo predicando con mucho fruto en Italia, Polonia, Hungría y Alemania. Las ciudades de Augsburgo, Eichstätt, Ratisbona, Nuremberg, Bamberg, Erfurt, Weimar, Jena, Halle, Magdeburgo, Leipzig, Dresde, Breslau, entre otras, oyeron sus sermones y predicaciones. Tanta gente se reunía a escucharlo, que se llenaban las plazas de las ciudades. En Nuremberg, por ejemplo, luego de un sermón, se quemaron seis carros llenos de naipes, dados, objetos de vanidad y libros malos. También se consagró a la reforma de la Orden Franciscana dentro y fuera de Italia, en Flandes y Francia, alentando a Santa Coleta, reformadora de las Clarisas.
En 1453 cayó la ciudad de Constantinopla en poder de los turcos, y se derrumbó el Imperio Romano de Oriente. Los ejércitos turcos avanzaban victoriosos arrollando todo a su paso. Para colmo de males, los príncipes cristianos estaban desunidos y no se decidían a lanzarse a la defensa. Europa estaba amenazada de ser invadida y esclavizada por los mahometanos. Pero Juan de Capistrano vislumbró el peligro que amenazaba al Occidente cristiano, y en 1454 asistió a la dieta de Francfort, donde se deliberó sobre la Cruzada contra los turcos.  El 15 de mayo de 1455, el Papa Calixto III lanzó la bula de Cruzada y fijó el 1º de marzo del año siguiente la partida de las tropas.
San Juan de Capistrano fue uno de los más importantes predicadores de la Cruzada. Fue el alma de aquella expedición militar, junto al cardenal Juan de Carvajal, legado pontificio, y al héroe húngaro Juan Hunyady, antiguo regente del reino y ahora era el jefe supremo del ejército, poniendo en pie de guerra un ejército de diez mil hombres, campesinos y ciudadanos, estudiantes y hasta frailes y ermitaños a cuya cabeza él se colocó enarbolando la bandera de la Cruz. Frente a ellos, el ejército de la media luna, a cuyo frente se encontraba nada menos que el conquistador de Constantinopla, Mahomet II, tenía cien mil soldados y 300 cañones.
El 29 de junio de 1456, el Papa se dirigió a todos los obispos de la Iglesia exhortándolos a hacer oración y penitencia con todos los fieles cristianos a fin de alcanzar la protección de Dios contra Mahomet. Éste había atravesado la Serbia y puso sitio a Belgrado, antemural de Hungría. Ante la notoria inferioridad de las armas cristianas, Carvajal ordenó a Juan de Hunyady y a Juan de Capistrano a no moverse hasta que llegaran los refuerzos que le prometieron.
Y fue la voluntad de San Juan de Capistrano la que decidió a Juan de Hunyady a lanzarse temerariamente contra los sitiadores de Belgrado. El 14 de julio la línea de barcazas turcas fue deshecha por el empuje de los cruzados, algunos de ellos entraron en la fortaleza, mientras el grueso del ejército acampaba entre los ríos Sava y Danubio. El 21 toda la máquina militar de los turcos se puso en actividad, pero fue quebrantada prodigiosamente por los sitiados, que luchaban como leones, clamando “¡Jesús, Jesús, Jesús!”, que les gritaba el santo franciscano. Al día siguiente los cristianos invadieron el campamento turco, causando enormes bajas al enemigo. Cuando días más tarde llegó Carvajal con un pequeño ejército, Belgrado estaba libre y el horizonte se había despejado.
Poco tiempo después, el 23 de octubre, San Juan de Capistrano entregaba su alma a Dios. Tenía 70 años.
En 1690 fue canonizado por el Papa Alejandro VIII.
El 10 de febrero de 1984, el Beato Juan Pablo II declaraba a San Juan de Capistrano “Patrono ante Dios de los Capellanes Militares de todas las Fuerzas Armadas de las regiones tanto occidentales como orientales del mundo”.
Su festividad se celebra el 23 de octubre.

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