El tiempo de Adviento iniciado despierta en los corazones la espera de Cristo y nos recuerda que Dios es Padre y Amigo y que el hombre es el dueño del mundo. “El tiempo de Adviento viene cada año para recordarnos esto, para que nuestra vida encuentre nuevamente su justa orientación, hacia el rostro de Dios. El rostro no de un “patrón”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta: “Porque tú, Señor, eres nuestro Padre, nosotros somos tu arcilla y tú nuestro alfarero, ¡todos somos la obra de tus manos! (Is 64,7)”.
Como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo, “la vida no tiene solo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, reflexionó Benedicto XVI, previamente a la oración del Ángelus. “Una plantita pensante, el hombre, dotado de libertad y responsabilidad, por la cuál cada uno será llamado a dar cuenta de cómo ha vivido, de cómo ha utilizado sus propias capacidades: si se las ha guardado para sí o si las he hecho fructificar también para el bien de los hermanos”.
Ser administradores alertas de la casa del mundo, es la invitación del misterio que celebramos en el Adviento, explicó el Papa. El misterio de “la venida del Señor a nuestra tierra, que aviva también nuestra esperanza en su venida gloriosa”, “nos invita a ser administradores vigilantes de la casa de Dios, que es el mundo” dijo-, y terminó rogando a la Virgen Madre “que nos enseñe a ser cada vez más testigos de la acción y presencia de Dios en medio de todos y poder así recibir un día los bienes que nos tiene prometidos.”
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